Iris Apfel, una chica con lentes
“Si te quedas el tiempo suficiente, todo vuelve a estar de moda”, dijo Iris Apfel, en el documental de esta chica con lentes del segmento silver, mientras describía su vestido de novia, un diseño de encaje rosado que pudo volver a usar en más de una ocasión porque no le gustan las pilchas encerradas en cajas.
Esta mujer peina canas y lleva enormes lentes (por prescripción médica no por moda) que complementan muy bien con todos sus looks. Se sienta en las primeras filas de los desfiles de las principales marcas, vistió la vidriera de Bergdorf Goodman y tiene la mejor colección de joyas de Alta Costura del mundo. Su espíritu es libre, creativo y muy ocurrente. Siempre le dijeron que no era bonita, ella lo sabe o se lo terminó creyendo, y decidió explotar su estilo y hacerse más interesante. Esta ave rara de la moda, nunca tuvo hijos porque dice que en la vida no se puede tenerlo todo (polémico, pero cierto) y priorizó su profesión que, durante muchos años, implicó viajar por todo el globo.
“Tenía 11 o 12 años cuando compré mi primera pieza de joyería, un broche, que terminé pagando menos de un dólar luego de regatear el precio”, contó Iris mientras presenta ante las cámaras, cada joya, algunas de las cuales, estuvieron exhibidas en el Museo Metropolitano de Arte (MET) junto a sus outfits favoritos para ponerlas en contexto. El documental, disponible en Netflix, de una hora y veinte es la biblia del mix & match, donde el color y la curiosidad de este particular personaje, reivindican el rol del accesorio en el guardarropa femenino.
Iris tiene varias casas llenas de ropa, joyas y todo tipo de objetos de decoración, porque antes de convertirse en ícono de estilo, se dedicó a la restauración de interiores (varias de ellas las realizó en la Casa Blanca) y diseño de telas. “Todas las prendas que tengo las compré porque me gustaban, no para impresionar a alguien. Soy consciente que todo se ´alquila´, nadie es dueña de nada, por eso decidí donar varias de mis mejores piezas al museo Peabody en Cambridge (Massachusetts)”.
Su marido la consiente en todo y ella está muy pendiente de lo que él necesita. A su hermosa travesía, sin retoques, sólo se le sumaron las operaciones estrictamente necesarias, varias de la vista y una de cadera (Iris no quiso decirle a su marido que se había caído para no preocuparlo). Coincido en varios puntos con el pensamiento de Iris, especialmente, cuando ella hace referencia que a las cirugías estéticas nunca se sabe cómo va uno a terminar.
“Todas se visten de negro y dicen esto es estilo, ¡mentira!, es un uniforme
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